Según el profesor Joël Thomas (Universidad de Perpignan, Francia) imaginario “es el conjunto de los dinamismos organizadores de las diferentes instancias de nuestra psique”. Para esa lectura, lo racional es uno de los componentes que ordenan nuestro entendimiento, aunque no el único, ya que existe también el componente afectivo, siendo este “dinamismo organizador” el que permite la circulación de ideas entre las esferas lógica y afectiva. Así pues, el imaginario “representa el conjunto de imágenes mentales y visuales, organizadas entre sí por la narración mítica (el sermo mythicus), por la cual un individuo, una sociedad, de hecho, la humanidad entera organiza y expresa simbólicamente sus valores existenciales y su interpretación del mundo” (J.-J. Wunenburger).
El imaginario se acerca así al inconsciente colectivo junguiano, en tanto atiende a las construcciones simbólicas con las que los seres humanos fundamos nuestra visión de mundo ya que son los valores y los símbolos los que articulan y condicionan nuestra mirada. Los estudios articulados desde la teoría del imaginaire pretenden una visión transdisciplinar que articula una pluralidad de ciencias y saberes: la historia, la filosofía, la antropología, la sociología, la arqueología, la filología, la iconología y la psicología, entre las más destacadas.
Para ofrecer una idea nítida de lo que significa en concreto el imaginario clásico, hemos optado por seleccionar un pasaje del prólogo que el profesor Manuel C. Díaz y Díaz escribió para el ensayo El imaginario clásico (1):
“Siempre el hombre ha sentido la necesidad de evadirse de la dureza del presente, en el plano personal y en el social. Y ha procurado hacerlo acudiendo a su imaginación, en la que juegan recuerdos y vivencias con los que puede identificarse, y elementos fantásticos que le permiten desdibujar el rostro duro de los acontecimientos más recientes. La memoria se desdobla, ofreciendo solamente evocaciones gratas que todavía serán adornadas por la fantasía, y tanto más en cuanto las imágenes, como embellecidas, contrastan más variamente con la realidad. Así, a menudo, los recuerdos, lejos de representar lo real del pasado, se seleccionan en busca de una imagen complaciente que poco a poco se impone como marca de las experiencias anteriormente vividas.
Hay grados en esta conformación idealizada de la propia vida recordada. El primero, y más general, es el que conlleva una visión sólo positiva del pasado, creando un sentimiento que va más allá de la nostalgia: atrae, ilumina, resplandece y acalla las preocupaciones del presente. Surge así un sentimiento que pronto alcanzó delicada formulación literaria: el topos de la mejor calidad del tiempo pasado.
[…] Hay otro modo de evasión, que no se realiza en el tiempo sino en el espacio. Se imaginan entonces, en contraste con la realidad circundante, lugares maravillosos en que el hombre se siente alejado de su entorno y rodeado de situaciones sorprendentes.”
Pues bien, si esta imagen del pasado complaciente y feliz tuvo su aplicación en Grecia y Roma, en una mirada retrospectiva e idílica de un tiempo remoto idealizado, donde los hombres vivían en la Edad de Oro ovidiana, una visión diacrónica de ambas civilizaciones ha llevado al ser humano del presente a situarlas precisamente como esa Arcadia feliz donde se conjugaron la filosofía, la técnica, el florecimiento de una literatura que devino paradigmática para la civilización occidental, o el arte, que continúa proyectando su estela en su versión más ortodoxa, o bien como espejo deformado que parte de él para expresarse desde la reinvención del referente.
En cualquier caso, el imaginario clásico ha configurado y determinado nuestro presente, en forma de tópico o de punto de referencia, despojado de sus sombras y ornado con sus luces más rutilantes.
Existe, además, un imaginario clásico colectivo, proyectado en el conjunto de la sociedad, sin distinción de clases o formación académica, que permite a los individuos el reconocimiento inmediato de lo “clásico” en su enorme multiplicidad, apoyando el principio del imaginario como una interpretación del mundo que arraiga en lo más profundo de subconsciente de la civilizacion -en este caso la occidental-, y termina encontrando su plasmación en múltiples expresiones en nuestra realidad circundante.
NOTAS
1 BAUZÁ, H. F. (1993). El imaginario clásico, Edad de Oro, Utopía, Arcadia, Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela. Al respecto puede consultarse igualmente la serie de trabajos de Bauzá sobre el mito clásico: El imaginario en el mito clásico, publicado en Buenos Aires entre los años 2003 a 2008, o El tema del más allá en la Antigüedad y sus proyecciones (Jornada organizada por el Centro de Estudios del Imaginario) en 2009.
WEBGRAFÍA
- Centre de recherches sur l’imaginaire (CRI) – Université Stendhal Grenoble III:
http://cri.univ-grenoble-alpes.fr - C.E.R.L.I. Centre d’études et de recherche sur les littératures de l’imaginaire: http://www.cerli.org
Figura. Centre de recherche sur le texte et l’imaginaire – Université de Montréal Uqam: http://figura.uqam.ca - Centre de recherche sur l’imaginaire – Université catholique de Louvain: https://uclouvain.be/fr/instituts-recherche/incal/cri
- Cattedra Unesco. Cultural and Comparative Studies on Imaginary – IULM Milano:
http://www.iulm.it/wps/wcm/connect/masterit/cattedra+unesco/home
Centre Bachelard – Dijon: http://www.iulm.it/wps/wcm/connect/masterit/cattedra+unesco/home - Editions Imago: http://www.editions-imago.fr/index.php
Figure dell’immaginario (rivista online): http://www.figuredellimmaginario.altervista.org - Im@go. Rivista di studi sociali sull’immaginario: http://cab.unime.it/journals/index.php/IMAGO
(Las imágenes de esta entrada pertenecen a la mano de Di Amorim)