“Enseguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo.
Y notando que esta verdad: yo pienso, por lo tanto, soy, era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando”.
René Descartes.
INTRODUCCIÓN
La existencia representa indudablemente una de las mayores inquietudes del ser humano, y ha propiciado múltiples teorías y movimientos que tratan de otorgarle un sentido, valor, finalidad o explicación. Desde un punto de vista filosófico, científico o religioso entre muchos otros, todo ser humano interioriza un estilo de vida y personalidad que conlleva una ideología existencialista. Pero resulta especialmente interesante como la paradoja existencial nos permite replantearnos nuestra propia inexistencia. Este ensayo no pretende sino tratar de desgajar en lo posible este fascinante término que tanto abarca siguiendo el credo filosófico característico de Occidente: la palabra.
COGITO ERGO SUM
Para comenzar, resulta fundamental definir el concepto de partida. El DRAE recoge tres acepciones para “existencia”:
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- Dicho de una cosa: Ser real y verdadera.
- Tener vida.
- Haber, estar, hallarse.
Ciertamente una piedra existe en el sentido de que se halla en la realidad y forma parte de ella (es real), pero no lo hace en cuanto a que no vive ni es capaz de reconocerla, por lo que carece de valor existencial (consciencia). Por otro lado, un ser vivo inconsciente añadiría una nueva acepción del vocablo al cumplir tres de los parámetros principales para considerarse como tal: interactuar con el entorno, nutrirse y reproducirse. ¿Y qué sucede con morir? Lo trataremos en los siguientes párrafos. Asimismo, un ser vivo consciente sumaría nuevas características dependiendo de los diferentes niveles de consciencia que se teorizan:
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- C0: procesamiento inconsciente, como los instintos.
- C1: disponibilidad global o toma de decisiones.
- C2: automonitorización o lo que entendemos normalmente por consciencia.
- C3 en adelante: se desconocen sus características, pero su estudio es de vital importancia para el desarrollo de las IA y otorgar una respuesta a la controversia sobre si la consciencia es producto de mutaciones y evolución o se puede configurar.
Podríamos afirmar, alejados de un punto de vista especista, que un ser vivo inteligente y con consciencia (C2) existe en mayor grado que un ser vivo (C0 o C1, real, vivo y que se halla en el universo) y este a su vez existe en mayor grado que uno inerte (real y se halla en el universo), así como el inerte lo hace sobre un pensamiento (abstracto), por el que podríamos preguntarnos incluso si se halla realmente en el universo ya que el pensamiento como tal, según las reglas de la termodinámica, es un sistema aislado (aquel que no permite el intercambio de energía y materia), a pesar de que el cerebro, la fuente de su creación, sea un sistema abierto (aquel que permite el intercambio de energía y materia). Un ente abstracto y aislado de la realidad por las paredes de la imaginación que nace y depende del universo que conocemos para su actividad. El gran misterio radica en si este permanecerá activo cuando el enlace que lo une a la realidad (el soma) desaparezca, como un dios griego que nace, mas no muere. Por ende, existirían diferentes grados de existencia:
Dios > ser consciente > ser vivo > ser inerte > pensamiento
Resulta curioso como el pensamiento, pese a que en términos de magnitudes existenciales representaría la unidad mínima, otorga la máxima capacidad conocida y demostrable para existir. No obstante, el hecho de reconocer no implica existir en su totalidad, pues un personaje de videojuego, literatura o de las artes en general puede ser concebido con la “capacidad” de reconocer su existencia en el universo al que pertenece e incluso romper la llamada cuarta pared, aparentando un control de su existencia y de otras que escapan a la suya poco menos que ficticio. En realidad, se limita únicamente a ser y poseer información que falsea el sometimiento de la voluntad y a realizar cualquier acción predeterminada dentro de los límites de su programación, como los límites de la palabra en literatura o la codificación en los videojuegos. Engendrar un ente capaz de actuar de forma autónoma dentro de su realidad con unas reglas establecidas es posible (véase el simulador conocido como Juego de la vida de John H. Conway), pero no le garantiza existir en un grado de libre albedrío, pues se ve condicionado completamente por algo o alguien ajeno, al igual que nosotros. Por tanto, el único ser totalmente libre para existir de forma independiente a la misma creación sería Dios, que, de acuerdo con el razonamiento de Descartes, existiría, pues la idea de perfección de la que forma parte conlleva existir. Pese a que la premisa cartesiana parece lógica (un ser perfecto debe existir pues es una de las características de la perfección) padece de un grave error; parte de la presuposición de un ser perfecto indemostrable. La paradoja es cuanto menos cómica. Al igual que no podemos demostrar que todo ser vivo muere a pesar de que parezca lógico, tampoco podemos probar que dios no existe, pues no hay forma de negar su existencia, así como no se puede demostrar la inexistencia de los espectros o los alienígenas apoyándonos en las leyes y principios del universo, pues nuestro desconocimiento del mismo lo impide. No pretendo con ello caer en el nihilismo, escepticismo, epojé o agnosticismo, sino dejar patente la absurdez y valor paradójico de la propia palabra y el pensamiento humano. Podríamos enfocar el concepto de Dios como el reflejo inherente de nuestra especie para explicar el origen de las cosas, incluyendo su propia existencia, y que incapaz de entender cuanto le rodea, crea una figura antropomórfica que no atiende a dudas, pues existe por y para su propia voluntad, y que al fin y al cabo es la combinación de ambos arboles del paraíso: el árbol de la vida y el del conocimiento, necesarios para alcanzar el grado de existencia divina.
La existencia, a determinados niveles (C2 en adelante), puede considerarse una causa directa de la subjetividad. El hecho de replanteárnosla y definirla por nosotros mismos nos brinda la posibilidad de existir, al menos en un plano diferente. Ahora bien, si es complicado determinar nuestra existencia, ¿cómo podemos afirmar la de todo aquello externo a nuestro ser? Aquí entra en juego el Solipsismo. Esta doctrina se basa en la famosa premisa cartesiana cogito ergo sum (pienso, luego existo) y defiende la certeza real del yo frente a la incertidumbre de lo externo. Esta postura se sostiene si consideramos el pensamiento como un agente interno creado por el yo, y no como uno externo, puesto que de ser así podríamos “pensar” que nuestra existencia se ve influenciada por algo o alguien que inserta ideas que definen nuestra personalidad, esencia y forma de contemplar la realidad, al igual que ocurre con nuestro personaje de ficción. Somos un producto del universo en el que nos hallamos, al igual que el personaje lo es de su mundo animado. Al nacer somos seres inconscientes a merced de los instintos, pero a través de un proceso de madurez que nos permite no solo desarrollarnos físicamente, somos capaces de aprender y familiarizarnos con el mundo y nosotros mismos, hasta desarrollar una personalidad que no es más que la unión de pensamientos tanto internos como externos y reacciones frente a las circunstancias de nuestra vida. Los pensamientos internos hacen por tanto referencia a aquellos que creamos por nuestra cuenta frente a estímulos externos, internos o la reflexión, pero que en definitiva forjamos nosotros. Por otro lado, los externos son aquellos que asimilamos de alguien o incluso entes independientes de cualquier creador que podemos añadir a nuestro conocimiento (F.L. Gottlob Frege).
Nuestra mente forma un conjunto de diferentes yos, tanto temporales (pasado, presente y futuro) como de otras personas (familiares, amigos, conocidos, ídolos, personajes influyentes, etc.). Nuestro yo, un trocito a la deriva del cosmos que a su vez se entrelaza con otros, existe en la medida que lo hace lo externo. Para aclarar un poco lo expuesto, utilizaremos el siguiente silogismo que atenta contra las bases del solipsismo:
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- Existen otras personas y yos tan reales como yo (pues me influencian).
- Yo existo: cogito ergo sum; mi existencia (sum) se forma de diferentes yos y pensamientos (cogito).
- Todos existimos y hay diferentes existencias.
Sin lugar a duda, el pensamiento es la fuente de poder divino de nuestra especie, y a la vez de nuestra locura, pero para poder configurarlo a nuestra vehemente voluntad son necesarios años de aprendizaje. Podríamos afirmar que prácticamente nuestra primera década de existencia se centra en aprender a vivir, pensar y conocer las reglas más básicas del tablero. Sin este tiempo de preparación seriamos incapaces de llegar a un punto en el que somos dueños aparentes de nuestros pensamientos. Cualquier persona posee la impresionante habilidad de cavilar, además de la de introducirse momentáneamente en la mente de otro individuo. ¿O acaso no lo estoy logrando ya, estimado lector? Desde que comenzó el texto eres capaz de escuchar con claridad una vocecita que resuena dentro de ti emulando tu tono de voz (ya que desconoces el mío), y en efecto, eso significa que de alguna forma también me hallo dentro de ti, transmitiendo una idea a través del lenguaje. ¿Y qué es el lenguaje de la mente sino pensamiento? Como habrás notado perspicazmente, mientras ejerzas el acto de leer soy dueño y señor de tu pensamiento más inminente de principio a fin, puesto que no puedes desdoblar el pensamiento de una forma eficaz a la vez que lees activamente, ya que al fin y al cabo leer y pensar son sinónimos. No dispongo de forma física, tan solo soy un concepto etéreo que ha llegado a ser parte de tu propio ser. Por un instante nuestras esencias se unen creando la de un único individuo. La lectura de mis ideas se convierte en las tuyas propias de manera automática, incluso aunque no compartamos los mismos valores o ideología y pese a que puedas desecharlas posteriormente si no te seducen. No obstante, es innegable que durante una ínfima parte de tiempo han rondando libremente por tu cabeza, como esos pensamientos aleatorios a los que tratamos de no prestar demasiada atención y duermen aguardando su momento. Un concepto abstracto y carente de materia plasmado en lo concreto mediante la palaba escrita y que una vez leído rebota como el eco de mi ser en la caverna de tu esencia. No me has permitió entrar y aunque trates de impedirlo, ya lo he conseguido. Tú única opción es dejar de leerme. Posiblemente sea la sensación que más se acerca a la violación de la mente y la intimidad más profunda, pero únicamente soy capaz de entrar, no puedo comprender tu existencia (tus miedos, secretos, gustos, etc.), pero sí influenciarla. Puedes pensar lo que yo pienso de manera literal. De hecho, podría decirse que pienso por ti, que en este preciso momento mi existencia se superpone a la tuya. Este procedimiento supone una forma muy real de manipulación, pues a la par que tú lees yo te incrusto pensamientos a voluntad con un rumbo que establezco mediante la palabra. ¿Recuerdas nuestro personaje de ficción? Al igual que él no eres realmente libre. Nunca lo has sido, la imposición de la libertad es una mentira y este texto no pretende únicamente ser una mera interpretación de caracteres. Al fin y al cabo, tus pensamientos no son más que la reacción al entorno, a tus circunstancias y a otros pensamientos. Mi intención no es más que la de controlarte durante unos segundos, negando tu propia existencia; tu cogito ergo sum. Y es por todo esto que mediante la lectura perdemos momentos de existencia en pos de otra, pues después de todo leer también significa olvidar.
Indudablemente, la palabra engendra palabra y nos diferencia de los seres vivos en general. A diferencia de los instintos naturales de muchas especies (el verdadero mundo de las ideas de Platón), nos permite profundizar en el conocimiento y transmitirlo con inmediatez, además de manipular la realidad misma. No obstante, con frecuencia nos olvidamos de detenernos a sentir, pues al igual que del árbol que se desploma en soledad y del que nos preguntamos si su cadáver ha producido sonido alguno, nos olvidamos del vegetal para centrarnos en su relativo eco existencial.
REFERENCIAS
- F.L. Gottlob Frege. 1848-1925.
- Horton Conway. 1970. Game of Life.
- Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España: Autor.
- René Descartes. 1637. El discurso del método.
- Steven S. Gouveia (Ed.). Soenke Ziesche (Maldives National University, Maldives) et al. 2020. The Age of Artificial Intelligence: An Exploration (Cognitive Science and Psychology).
(Las imágenes de la entrada pertenecen a los lápices de Dustin Weaver y Frank Quitely)
Versión PDF.: Miguel A. Viceira. Cogito ergo sum